La natación es uno de los deportes más aconsejados debido a su bajo impacto y a los beneficios que tiene asociados para la salud; pero en caso de la articulación del hombro debemos tener en cuenta que está sujeto a altas cargas por llegar al final de su movilidad de forma repetitiva.
Para poner más en contexto la importancia de su papel, lo usamos como el principal generador de fuerza para la propulsión del cuerpo en el agua, pudiendo llegar a más de un millón de brazadas al año. No es de extrañar que al menos un 30% de los nadadores sufran dolor de hombro en algún momento de su vida.
Una técnica de natación efectiva reduce el trabajo requerido en los hombros, tanto al minimizar la resistencia del agua como al contrarrestar las fuerzas de flotabilidad, por lo que vamos a profundizar un poco más en este aspecto con más datos.
El 70% de los dolores de hombro ocurre durante la fase inicial y media del empuje, mientras que un 18% ocurre en la fase de recobro.
Los errores más comunes en la brazada son:
- Al entrar el brazo en el agua lo llevamos demasiado al centro del cuerpo. Si el pulgar entra primero puede aumentar la rotación interna del hombro.
- Una elevación exagerada del brazo, un aumento de la rotación del cuerpo o respirar demasiado tarde.
- Bajar demasiado el codo en el empuje aumenta la carga de hombros y reduce la eficiencia.
- Si el brazo cruza la línea media puede aumentar la compresión subacromial.
- Levantar mucho la cabeza mirando hacia delante aumentará la resistencia.
- Reducir el balanceo del cuerpo (nadar plano) en la fase de recobro. También puede influir un inicio tardío en el movimiento de rotación externa del hombro.
Lógicamente aconsejamos un buen asesoramiento de técnica por un entrenador o asistir a clases de natación para mejorar la técnica, pero si el nadador acude a la clínica de fisioterapia deberá tener siempre una evaluación exhaustiva.
Lo primero siempre será descartar una patología grave que pudiera pasar desapercibida. Seguido haremos varias preguntar, sobretodo con respecto al deporte, donde uno de los factores más importantes sin duda es la carga y todo lo relacionado con ella. Demasiada carga (por aumento de volumen o de intensidad), aumento de estrés, falta de descanso, etc… pueden ser datos importantes.
Monitorizar la carga interna con la frecuencia cardiaca y con una escala de esfuerzo percibido para cruzar la respuesta a la carga externa del entrenamiento puede ser interesante.
A nivel físico valoramos con varias pruebas las cervicales, la zona dorsal, la articulación acromio-clavicular, el rango de movimiento activo y pasivo del hombro, la estabilidad de la articulación gleno-humeral, una evaluación de la fuerza y resistencia de la musculatura del hombro y escápula, vemos si existe tensión neural o incluso hacemos una valoración neurológica si es necesario.
A la hora de tratar no existe una receta mágica, debido a que cada persona es diferente, con una patología concreta en un momento específico del proceso de la lesión, y además con una gran cantidad de factores que influyen en la elección del camino a tomar.
Tenemos muchas herramienta para trabajar, desde ayudar a la gestión de carga y del dolor, ejercicios de movilidad, ejercicios de fuerza específicos, terapia manual e incluso uso de cierta tecnología como complemento a lo anterior.
Y lo más importante dentro de todas estas herramientas es la especificidad a la hora de trabajar. Nos puede interesar por ejemplo trabajar un pequeño movimiento de un músculo en un ángulo determinado, pero igual no es adecuado un trabajo de fortalecimiento general que pueda irritar la zona lesionada. O de manera específica trabajar un nervio de manera ecoguiada para aliviar el dolor de la zona del hombro que nos interesa. O trabajar la movilidad de la zona dorsal antes de trabajar la movilidad del hombro en un momento concreto, etc…
Es aquí donde el fisioterapeuta puede ayudar de verdad haciendo un buen trabajo para ayudar a recuperar la lesión, con un buen tratamiento sin descuidar antes una valoración de calidad y detallada.